domingo, 2 de enero de 2011

Viaje al Perú


TIEMPO DEL GRITO

“Cuando los pozos de nuestras lágrimas
se sequen y cuando se calle la voz
de nuestra risa, el mundo habrá muerto
de verdad”. Lin Yutang


Las palabras como soledad, fracaso, hambre, mentiras, injusticia, encierran un mundo insospechadamente humano. Una ironía de las falsas deidades humanas, que arrastra todo cuanto es tortuoso, innoble... Por cierto que esta suerte de filosofía de la vergüenza, nos sumerge en un círculo de vicisitudes y olvidos cómplices, hasta desvincularnos de la realidad que nos rodea. Pero al final, cuando el reloj es una compañía, el corazón habla en la intimidad hasta llenar el vacío que convierte el grito en tiempo, al tiempo en la memoria, a la memoria en la mirada nublada por la lágrima que no corre.
Tal vez suene familiarmente a muchos estas expresiones, tan palpable de hacer oír una voz distinta con su mirada de latigazos, con su sombra asentada al borde de la tarde sin advertir el crepúsculo. Sin embargo es hora de decir algo, de explicar en pocas palabras – pensamiento y necesidad – el interés por mostrar la furia sagrada de mis raíces, latente en la sangre más que viva de Tupac Amaru, a pesar de la deliberada miopía de algunos que abre una herida ancestral en el dialogo con la historia.

Mi visión de la sociedad y la condición humana está dada por una apariencia de la realidad y por el contenido espiritual de lo imaginario. Lo que quiero decir es que hablar de historia sin “ver” la mirada aborigen cuando el amplio gesto de rebeldía es muy suyo, no estamos dando luz a la historia que despierta los sentidos, mientras un largo ocaso desvanece gradualmente sus sitios y sus fechas sobre la indiferencia que se burla de sus dioses. Sin embargo, al recorrer el argumento del doble dilema se abre una caja de acertijos, donde uno camina en busca del último santuario en comunión con la promesa del alba, para escapar de la ceguera y la sordera, sin sentir el miedo de ser nadie en todas partes. Si camino en el cauce de mi propia voz, es porque necesito ver con el dolor de la soledad, los hechos que se van subsumiendo en historias para ser escritas al atardecer, devolviendo al crepúsculo la multitud de soles que han pasado. Para encontrar la conexión con ese tiempo donde el alma, solo de paso, conoce los callados demonios del olvido, es necesario buscar desde la conciencia personal, del “yo”sugerido, un “Nuremberg” para no vivir de espaldas a la realidad. Y esto me lleva a pensar que para encontrar el comienzo de ese camino, se debe tener conciencia del origen, despertando de la arcilla para gritar el grito que se calla. Aunque sincero y fiel mi pensamiento percibe una luz distinta sobre los mismos hechos, un silencio apeñuscado en medio del larguísimo desamparo de los caídos, con tierra en las manos oliendo a pobreza; una caricia de la historia convertida en bofetada.

A pesar de todos los interrogantes que caben en estas reflexiones, sólo tendrán valor si en algo me sirve para ver el “imperio de los derrotados” con los ojos del entendimiento y decir, sólo por hoy, gracias por este Tiempo del Grito. Lo demás son metáforas de una realidad trascendente.

PALABRAS A MODO DE CATARSIS

Me gusta escribir después que el sol ha caído en los brazos de la noche, y en el sigilo de esa hora que se escucha la vocinglería del silencio, voy en busca de la luz para mi espíritu. Y siento flotar una música de colores que mide el ritmo de mi respiración, fatigada por la angustia de afrontar la responsabilidad de guía o de acompañante... ¿experimentado? En un sentido esencial, tal vez, valga la pena el esfuerzo. De la misma manera, cada palabra que escribo es también una semilla que puedo hacer germinar en un libro, con la pátina encima y el alba alumbrando un secreto deseo. A veces un poco profético, como si me hubiera dejado llevar por las ganas de quedarme vacío, con los ojo atardecidos y un subyacente amor a la tierra de mis raíces que no me animo a festejar, por querer que la historia duela menos Todo esto contiene una luz plena y a veces una oscuridad espesa, crecida detrás de los párpados, por donde más se acerca mi sentimiento sobre lo que he leído y lo que he contemplado gozoso y también un poco triste.

Dos cosas, sobre todo, quisiera destacar en esta especie de crónica de viaje. En primer lugar la profunda ansiedad de ofrecer una imagen desnuda de la realidad presente, recogida en mi viaje por los sitios históricos, que permita al lector asignar importancia menor a cierta ruptura del hilo narrativo. En segundo, vivir por anticipado el trajín de las emociones, enfrentar los temas históricos sin desfigurarlos con una mitificación inmoderada, ni degradarlos con un sentimentalismo pegajoso. Y en tanto que mucho espero de la vida y sé que estoy al inicio de un nuevo capítulo, me pregunto ¿por qué escribo esta crónica de viaje, al cuál le sucederá otra en los días por venir?. Si esto no pareciera un deseo, diría que la vida conserva el aliento de la curiosidad, capaz de apoderarse de mi alma y convertirse en un objeto sin perder las alas. Y así diciendo, la emoción me habla sin yo poder responderle, y sólo me tomo el rostro con las manos hasta dormirme. ¿En qué? En la dicha de soñar sobre el seno maternal de la aventura. Y agrego, bendito el destino que me ha permitido realizar este cuarto viaje al Perú con la prudencia necesaria y con el apego a todo lo que me hace feliz de este mundo, sin desesperar ni caerme por causa de nimiedades.

Al quedar pues, en presencia de la noche que abre esta y otras puertas por donde pasa mi asombro de escriba, releo las anotaciones hechas en mi cuaderno, una especie de ayuda memoria, que me acompañó durante treinta días por tierra peruana. Por este cordón umbilical vuelvo a caminar, oír, oler, palpar, la sombra de antiquísimas ruinas, es decir, bucear en el aire que cubre y alimenta el recuerdo de mi hermano de ayer, donde todavía abreva la injusticia tanto como la palabra de justo reclamo. Por lo demás, al experimentar una satisfacción personal por la documentada cantidad de información de primera mano que traje de mis andanzas, uno mi voz de condena a todo una serie de hechos abonados con la sangra de tantos mártires caídos en las horas oscuras de la historia. Mas nunca como hoy he sentido la vigilia de una espera larga y posesiva, no obstante las líneas cardinales por donde discurre la incierta frontera entre la aventura y el sueño desmandado. Porque, a pesar de mis cabellos nevados por setenta y tres inviernos, me siento joven y la sabia de la vida sube por mis venas, al recuperar la alegría de la sensaciones. Oigo mi corazón y mi reloj marca la huida del tiempo, y desde la lejanía escucho una voz capaz de manifestar aquí, en mi memoria, la conformidad y la alegría al hablar de la selva y del río Amazonas, de arqueología y contar historias ajenas como si fueran propias. ¡Ah, días de alegría y aventura en un largo estremecimiento de exaltación! ¿Quién de nosotros no tiene sus días de éxtasis y su más resplandeciente crepúsculo de otoño? El sueño es, pues, la imitación de la juventud. Entonces, soñemos ahora con su luz, porque la oscuridad puede llegar mañana.

fotos: http://picasaweb.google.com/priotti/4toViajeAlPeru#